Estrategia de Seguridad y Defensa: La excusa agrava la falta
En
vista de la polémica generada en torno a la Estrategia de Seguridad y Defensa
(ENSYD), el Presidente de la República habría decidido modificar el texto
original de su “política de políticas” y remitir finalmente una versión
intervenida, para consideración del Senado. El documento inicial, que fue
presentado en sus líneas gruesas por el propio Presidente y su Ministro de
Defensa a altas autoridades del país, en una formal ceremonia realizada en la
sede de gobierno el pasado 28 de junio, repentinamente ha sido motejado como un
simple “borrador”. Este súbito paso de
política oficial a algo menos que un documento de trabajo, contrasta con la
difusión que las autoridades de Defensa realizaron del documento al entregarlo
a los Ministros de Defensa del continente y
anunciar su pronto despacho al Senado.
En poco
más de un mes sin que La Moneda concretara el envío de la ENSYD al Congreso, se
anuncia, esta vez por la prensa y en forma bastante más deslucida, la
“presentación en sociedad” de su versión corregida, la ENSYD 2.0, que
contendría cambios al parecer sustantivos y cuyo carácter, esta vez, podría ser
más definitivo. La nueva
ENSYD, que habría sido fruto de la intervención directa del
propio Presidente, sanciona la insuficiencia de la propuesta del Ministerio de
Defensa. La desprolijidad del Ministerio de Defensa a la hora de elaborar un
texto que supuestamente interpreta los más altos intereses nacionales y sus
eventuales amenazas, también ha sido manifiesta a partir de las profusas
críticas que suscitó el documento en el ámbito político y en la comunidad de
defensa.
Más
allá de que las autoridades de Defensa hayan expuesto al Presidente a un
bochorno evitable, resulta preocupante que, en forma tan liviana, se impulsara
una iniciativa que rompía, en aspectos centrales, los lineamientos tan
arduamente consensuados en los Libros de la Defensa, es decir, afectando una
política de Estado. Es así como puntos fundamentales, como el concepto de
“disuasión” aparecía relegado a un simple “piso estratégico” del país; la
“seguridad ampliada” terminaba justificando cierta laxitud para la intervención
militar en asuntos de seguridad interior; y
la preeminencia del gasto de Defensa para atender a los nuevos desafíos
de seguridad se imponía por sobre otras instancias, como las policiales,
aduaneras y otras con competencias mucho más directas.
La
ENSYD original ni siquiera será tratada en el Congreso, pero nada garantiza que
sus líneas principales no puedan seguir vigentes. El hecho que el Ministerio de
Defensa encomendara a Libertad y Desarrollo un estudio para revisar la
normativa para la eventual intervención
militar en seguridad interior es un indicador que merece atención, así como la
propuesta de esa entidad de considerar la creación de unidades militares
especializadas en funciones policiales.
Pese a
la precipitación del Ministerio de Defensa al exponer un documento con
ambiciones fundacionales, modesto en lo conceptual, con nulo debate y con
modificaciones sustantivas a las competencias militares, pareciera, por ahora,
no tener mayores consecuencias. Más aún, el desaguisado, cuyos orígenes apuntan
a la Subsecretaría de Defensa, busca zanjarse con una explicación insólita y
pueril: se trataba de un simple borrador, algo así como un estado larvario. Si en el mundo militar circula el dicho: “la
excusa agrava la falta”, habría que indicar que, frente a una explicación tan
básica, sobran comentarios.