La Estrategia de Seguridad y Defensa: un texto acomodado
Desde que se inició el debate respecto de la
Estrategia de Seguridad y Defensa (ENSYD), a mediados de este año, surgieron
argumentos que criticaron el contenido de la iniciativa, en especial por
considerarla un quiebre profundo respecto de los límites y orientaciones que
han marcado la política de Defensa en democracia. El proyecto partió mal, no
sólo por la falta de consensos básicos, sino porque su elaboración ha sido poco
prolija y conceptualmente discutible. En un intento por superar los
cuestionamientos que iban “in crescendo”, La Moneda enmendó el texto y la
autoridad de Defensa adujo que a primera versión era, en realidad un
“borrador”, carácter del que nadie había sido notificado.
La ENSYD , en su segunda versión, llegó al Senado
con varias modificaciones que, en lo principal, consisten en eliminar gran
parte del nuevo aparataje institucional que cautelaría y dirigiría su
cumplimiento; desarrolla en mayor extensión el análisis internacional e
incorpora algunos aspectos de seguridad doméstica que en la primera versión
aparecían muy desbalanceados. Sin embargo, el resultado de la intervención
“correctora” es insuficiente. El documento insiste en sobredimensionar los
riesgos de la globalización y adopta una línea proclive a la participación de
las Fuerzas Armadas en asuntos de seguridad interna, lo que se expresa en que
serán requeridas para apoyar la seguridad pública según el arbitrio del
Ministro del Interior. Tampoco es claro que el “Comité interministerial”,
supuestamente la instancia coordinadora de seguridad, facilite la aplicación
real de la Estrategia, más aún cuando el propio documento insiste que la
ejecución de esta política seguirá siendo de responsabilidad sectorial y no
contempla mecanismos de control ni evaluación.
En un intento por inhibir mayores resistencias y
reparos parlamentarios, la línea adoptada por Defensa, más que a hacerse cargo
de los evidentes problemas del documento, se ha centrado en la justificación que
la ENSYD sería coherente con compromisos internacionales, incluso anteriores a
este gobierno. A modo de ejemplo, se cita que la idea de “seguridad ampliada”
ya habría estado implícita en la reunión de Ministros de Defensa de Williamburg
en 1995, cuyos principios fueron suscritos por el entonces Ministro Edmundo Pérez Yoma; cosa
curiosa dado que la teoría que acuña el concepto recién vio la luz en 1998; en
otros pasajes se mencionan acuerdos que el Estado chileno adhiere con la firma
de la
entonces Canciller Soledad Alvear y la ex Ministra Michelle
Bachelet. Todas esas referencias apuntarían a un supuesto sentido de
continuidad, pero la tesis cae por su propio peso cuando se examina el alcance
de los citados acuerdos y las propias advertencias de los libros de la defensa
de Chile, en especial el de 2010, que alerta sobre los riesgos de derivar hacia
la securitización del país.
No resulta sostenible afirmar que “la seguridad
ampliada”, en la orientación conceptual y real del término, sea un concepto de
aceptación común y universal; mucho menos que estuviese en la línea de las
políticas anteriores.
La ENSYD insiste en promover la idea de
securitización, sin lograr una conexión fundada con los contenidos del capítulo
de la Defensa. La
finalidad de la Estrategia de Seguridad no apuntaría a la coordinación de los
esfuerzos estatales, sino más bien a temas relativos al futuro gasto militar,
mediante el pretexto de amenazas genéricas y de expresión difusa. Por otro
lado, la ENSYD pareciera obviar que el paradigma adoptado también se apoya en
la idea de “interdependencia regional compleja”, es decir, que en los temas de
seguridad la influencia suele circunscribirse a un entorno relativamente
específico, cosa que no está reflejada en el análisis del entorno vecinal y regional.
Con la adopción parcial de un marco teórico, adaptado a ciertos hechos, en
desmedro de otros que son prevalentes, se arriesga a terminar acomodando la
estrategia a intereses sectoriales y pone inevitablemente en duda el sentido de
Estado que debería acompañar a esta iniciativa.
En
consecuencia aún hay un espacio profundo para consensuar y mejorar la ENSYD.