Intervención en discurso a don Sergio Livingstone P
Saludos
A
nombre de la bancada DC,
para mí es un genuino honor hablar en este homenaje que el Parlamento rinde a
don Sergio Livingstone Pohlhammer.
Acaso
fue en los patios, de maicillo, en esa época del ya casi bicentenario Colegio
San Ignacio, donde don Sergio dio sus primeros pasos en lo que sería su muy
notable carrera deportiva.
Allí
probablemente como todos lo que han optado por el duro puesto de portero, como
el solía el nombrarlo, supo de rodillas y codos heridos y de retos maternos por
graves perjuicios al uniforme, recuérdese lo que era el crudo maicillo en
particular en el helado invierno santiaguino.
Allí
también desde el muchas veces solitario arco aprendió a construir comunidad,
sentido de equipo, virtud que con los años le valiera tantos amigos y
compañeros de trabajo que valoraban su caballerosidad y forma de ser.
En los
mismos patios y aulas más de alguna vez debe haber sentido retos, consejos y
felicitaciones, entre ellos de; Alberto Hurtado Cruchaga, hoy San Alberto “Tu
me lo diste a ti te lo torno”, “en todo amar y servir”. Que duda cabe que don
Sergio puso en su vida profesional esfuerzo cotidiano en intentar cumplir dichas máximas de Ignacio de
Loyola. Que duda cabe que los dones que recibió muchas veces los devolvió con
generosidad y gratitud, haciendo felices a muchos.
Que
duda cabe que hizo del amor al prójimo y del servicio, una actitud permanente,
que duda cabe que buena parte del reconocimiento que hoy recibe se funda en
dicha forma de enfrentar la vida.
Don
Sergio podía criticar, ser severo en el análisis, sin descalificar, sin
discriminar arbitrariamente, podía disentir sin ignorar, podía reír sin
burlarse.
De
deportista de excelencia, de triunfador en Chile y en la república de
Avellaneda, transito casi sin darnos cuenta, a un gran profesional del
periodismo deportivo, paso también, casi sin darnos cuenta de la radio
telefonía a la televisión, formo parte de unos los principales orgullos de la
comunicación chilena, el canal público de TV, no tuvo nunca otra casa en ese mundo.
Pero
más que nada y antes que nada don Sergio fue un gran ser humano, y por aquello
es que siempre lo recordaremos.
Don
Sergio, déjeme contarle para que anoté en el riguroso cuaderno, que con
seguridad lleva consigo, que el fin de semana recién pasado el equipo de sus
raíces y que lo formó, ganó en La Serena, con esfuerzo, y la U, sí los
herederos del ballet azul que tanto admiró, hicieron un gran partido en
Copiapó.
Don
Sergio ahora cuando se encuentre con su maestro de la adolescencia, que duda cabe
podrá resumirle sus 92 años con un “contento Señor contento”.