Mi Opinión

05 junio, 2012

Los silencios de la política



Oscar Guillermo Garretón
La Segunda, lunes 04 de junio de 2012
 
 
Mientras más profundos los silencios, más fuerte resuenan los ruidos que los rompen.
La semana pasada, dos ruidos han roto silencios sobre nuestro futuro. Uno es el proyecto de reformas al sistema binominal que encabezó el diputado Jorge Burgos y de inmediato concitó el apoyo público del ex Presidente Lagos. El otro es la decisión de la empresa Colbún de suspender la tramitación ambiental de la línea de transmisión del proyecto HidroAysén.


El largo plazo es hoy un silencio de la política. Se puede intentar explicar por la tendencia a “chutear” los problemas para que les caigan a otros, por la irrupción de esas demandas sociales acuciantes que han desconcertado a la política o por la indolencia de quienes reaccionan sólo cuando los problemas anunciados ya han estallado. Son explicaciones, no justificaciones. El largo plazo se construye desde hoy, si pretendemos ser algo más que un leño a la deriva de las corrientes.


Las reformas al sistema político fueron un notorio silencio del último mensaje presidencial, sólo explicable por un veto categórico de la Alianza a algo que el Presidente había comprometido. Se da cuando las encuestas muestran que el sistema binominal es rechazado por una mayoría creciente de la población.


Seamos claros: la política no tiene posibilidad de recuperar gobernabilidad si mantiene una lógica de coto de caza cerrado desde el cual luego llaman a votar por algo decidido de antemano y siempre para impedir que la mayoría lo sea. Es increíble. Los mismos que corren tras demandas de movimientos ciudadanos, convencidos de que la política sólo reacciona ante sus presiones, son incapaces de entender que la presión mayor y más unánime es para que la política cambie, y eso depende ante todo del cambio en el sistema del binominal.


El silencio oficialista en esto ha sido roto por el proyecto Burgos, que se transforma en una herramienta preciosa para los que de verdad quieren el cambio. La respuesta favorable de Carlos Larraín a discutir el binominal lo refuerza. Quienes aspiren a gobernar mañana deben saber que su posibilidad de ser exitosos tiene como requisito importante hacer esta reforma ahora.


Otro gran silencio es el desarrollo futuro del país. Va más allá del debate energético que lo repuso en la agenda.


¿Suena extravagante pedir que nos detengamos un momento a discutir las condiciones para que ese mentado ingreso per cápita de US$ 15.000 siga creciendo? Acostumbrados a crecer por decenios, la política ha sido copada por la urgencia de distribuir mejor esa riqueza alcanzada. El reparto es el tema. El póquer de lo tuyo y dos más caracteriza el debate político. El largo plazo salió de la agenda. El crecimiento se presume permanente; las crisis, como algo de otros, y la disponibilidad de recursos, ilimitada.


Pero la crisis europea no amaina y amenaza a la economía global, mientras se desacelera China.


En tanto, a nivel local, la crisis energética, con sus crecientes estrecheces y sus costos prohibitivos, se profundiza, mientras se acerca veloz ese 2017 —próximo gobierno— en que ya no estará garantizado el suministro eléctrico, a menos que se emprendan ahora los proyectos necesarios para superarla. Pero no es sólo eso; el prestigio y legitimidad de la actividad empresarial están por los suelos, resintiendo la potencialidad de desarrollo futuro, mientras la necesidad de estimular emprendimientos innovadores en nuevos ámbitos está en todos los estudios.


Por si faltara algo, vivimos con desaprensión un déficit de cuenta corriente de la balanza de pagos que augura dificultades para mantener las actuales tasas de crecimiento (más si el precio del cobre baja) y las holguras disponibles de gasto público discrecional, que promediaban el 4,3% del PIB hasta 2009, ahora son de sólo 0,8% del PIB. Y eso, antes de los anuncios del último mensaje presidencial.


Los silencios de las noches campestres nos nutren el alma. Algunos de la política sólo presagian malos tiempos. Por eso, los ruidos que los rompen resultan alentadores.