SECUESTRO
Si hay algún delito que trae consigo efectos devastadores para la seguridad, mirada está como un bien colectivo, ese es el secuestro, en cualquiera de sus formas.
Si hay una ventaja comparativa, de nuestro país, en especial de nuestra capital, desde la perspectiva de la seguridad que otorga a quienes la habitamos, esa es la ausencia de secuestros, como delito de relativa ocurrencia, o derechamente como la presencia de una verdadera industria delictual, como ocurre en algunos lugares.
Si uno se detiene a revisar las razones por los cuales Santiago, se considera, por los evaluadores internacionales sobre seguridad, como un buen lugar para invertir, para hacer negocios, para vivir, una de las más poderosas es la seguridad que otorga y muy especialmente la ausencia del secuestro, particularmente el de carácter extorsivo. Ello resulta no sólo de las cifras de denuncias o victimización respecto de este delito, sino muy particularmente de comparación con ciudades como la Capital de México, Sao Paulo, Buenos Aires, Río de Janeiro, Bogotá, etc., etc.
Cuidar esta realidad, cuidar esta imagen, constituye entonces un deber ineludible, de todos, por cierto muy especialmente de las autoridades políticas, policiales y judiciales.
Por cierto entonces el delito de secuestro que hemos conocido en estos días, más allá de la solidaridad con la familia chilena que lo sufrió, debe ponernos en estado de especial alerta, para que no deje de ser un hecho delictual gravísimo, pero aislado, y que no marque una dramática tendencia.
Desde 1990, los secuestros extorsivos o de otra naturaleza en Chile han sido muy escasos, recuerdo el de Cristián Edwards, el del joven Bada, ninguno de ellos quedó impune, ello sin perjuicio de lo repudiable que resultó la huída de buena parte de la banda terrorista que secuestró a Cristian Edwards. Es cierto que en los últimos tiempos hemos visto con preocupación la instalación del secuestro entre bandas de narcos en la zona sur de Santiago, lo que tampoco han quedado en la impunidad, a partir de una muy notable labor de la Fiscalía Sur del Ministerio Público y las policías de esa área. Los hechos ocurridos en la zona sur tienen la particularidad de su especificidad y más bien parecen de acciones de ajustes de cuentas entre delincuentes, lo que en ningún caso puede significar mirar aquello con tolerancia.
Sin pretender declararme experto en el tema, porque no lo soy, mi relativa experiencia en el combate del delito, me permite sostener que no hay mayor antídoto contra la instalación del secuestro de una sociedad, que la impunidad sea lo más parecido a cero, aquello necesariamente produce un efecto de inhibitorio esencial, para quienes crean que entrar en esta miserable industria puede reportarle dinero e impunidad.
Me consta que nuestras policías desde hace mucho se preparan en técnicas de negociación y persecución, los hechos parecen demostrar que ello ha producido buenos resultados.
Ya surgieron algunas voces de parlamentarios de la oposición culpando al Gobierno, es el camino más fácil, probablemente el sábado próximo los de siempre harán sendas conferencias de prensa pidiendo el aumento de las penas, como la gran solución. A ellos les recuerdo que el secuestro en nuestro código penal, en sus diversas hipótesis tiene asignadas las penalidades más rigurosas posibles.
Si queremos seguir viviendo en una sociedad en que el secuestro sea un delito de escasísima ocurrencia, debemos trabajar en serio, sin demagogia.
Si hay una ventaja comparativa, de nuestro país, en especial de nuestra capital, desde la perspectiva de la seguridad que otorga a quienes la habitamos, esa es la ausencia de secuestros, como delito de relativa ocurrencia, o derechamente como la presencia de una verdadera industria delictual, como ocurre en algunos lugares.
Si uno se detiene a revisar las razones por los cuales Santiago, se considera, por los evaluadores internacionales sobre seguridad, como un buen lugar para invertir, para hacer negocios, para vivir, una de las más poderosas es la seguridad que otorga y muy especialmente la ausencia del secuestro, particularmente el de carácter extorsivo. Ello resulta no sólo de las cifras de denuncias o victimización respecto de este delito, sino muy particularmente de comparación con ciudades como la Capital de México, Sao Paulo, Buenos Aires, Río de Janeiro, Bogotá, etc., etc.
Cuidar esta realidad, cuidar esta imagen, constituye entonces un deber ineludible, de todos, por cierto muy especialmente de las autoridades políticas, policiales y judiciales.
Por cierto entonces el delito de secuestro que hemos conocido en estos días, más allá de la solidaridad con la familia chilena que lo sufrió, debe ponernos en estado de especial alerta, para que no deje de ser un hecho delictual gravísimo, pero aislado, y que no marque una dramática tendencia.
Desde 1990, los secuestros extorsivos o de otra naturaleza en Chile han sido muy escasos, recuerdo el de Cristián Edwards, el del joven Bada, ninguno de ellos quedó impune, ello sin perjuicio de lo repudiable que resultó la huída de buena parte de la banda terrorista que secuestró a Cristian Edwards. Es cierto que en los últimos tiempos hemos visto con preocupación la instalación del secuestro entre bandas de narcos en la zona sur de Santiago, lo que tampoco han quedado en la impunidad, a partir de una muy notable labor de la Fiscalía Sur del Ministerio Público y las policías de esa área. Los hechos ocurridos en la zona sur tienen la particularidad de su especificidad y más bien parecen de acciones de ajustes de cuentas entre delincuentes, lo que en ningún caso puede significar mirar aquello con tolerancia.
Sin pretender declararme experto en el tema, porque no lo soy, mi relativa experiencia en el combate del delito, me permite sostener que no hay mayor antídoto contra la instalación del secuestro de una sociedad, que la impunidad sea lo más parecido a cero, aquello necesariamente produce un efecto de inhibitorio esencial, para quienes crean que entrar en esta miserable industria puede reportarle dinero e impunidad.
Me consta que nuestras policías desde hace mucho se preparan en técnicas de negociación y persecución, los hechos parecen demostrar que ello ha producido buenos resultados.
Ya surgieron algunas voces de parlamentarios de la oposición culpando al Gobierno, es el camino más fácil, probablemente el sábado próximo los de siempre harán sendas conferencias de prensa pidiendo el aumento de las penas, como la gran solución. A ellos les recuerdo que el secuestro en nuestro código penal, en sus diversas hipótesis tiene asignadas las penalidades más rigurosas posibles.
Si queremos seguir viviendo en una sociedad en que el secuestro sea un delito de escasísima ocurrencia, debemos trabajar en serio, sin demagogia.
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