Mi Opinión

22 enero, 2007

Homenaje a Gabriela Mistral

Es un gran honor rendir homenaje a Gabriela Mistral a nombre de las y los diputados democratacristianos. Hace cincuenta años cuando llegaron a Chile sus restos mortales, Radomiro Tomic, señaló por una cadena de emisores, algo anticipado ya en 1945, en su discurso de la Sesión especial de la Cámara de Diputados, con ocasión del otorgamiento del premio Nobel:

“Ha muerto, y durante tres días y tres noches doscientas mil personas han esperado, de pie, horas interminables, formando en inmensa columna, para ver su rostro inmóvil, por la breve fugacidad de unos segundos…”

Y, agregaba:

“Ha muerto y al eco de su muerte todos somos testigos atónitos de la sobrecogedora unanimidad con que el país se reconoce en ella. ¡Y sin embargo no fue el suyo un espíritu neutral! Estuvo siempre y sin vacilaciones con las ideas de la democracia y la libertad, por ser condiciones esenciales para la dignidad humana…”

“… No fue neutral, sino combatiente; testigo insobornable de su fe y de sus convicciones, en la serenidad o en el martirio”.

En enero de 1957, el país reconoció de una manera enaltecedora las virtudes de esta chilena ejemplar. Las palabras del rector de la Universidad de Chile, don Juan Gómez Millas, del Decano de la Facultad de Bellas Artes, don Luis Oyarzún Peña y de Monseñor Lecourt no se las llevó el viento. Son una meditación nacional acerca de la vida y la obra de Gabriela Mistral. El Chile oficial fue el Chile profundo y verdadero.

Dijo el rector de la Universidad de Chile don Juan Gómez Millas:

“Está que aquí yace tras el cristal de un féretro, llamó a su carne Lucila Godoy; el nombre de su espíritu fue Gabriela Mistral”

Y concluyó así:

“Hace poco tiempo esta Casa escuchó su mensaje de poetisa y maestra; en silencio recogido, volaron sus palabras y por su elevado amor a los niños y a los campesinos le otorgamos la más alta distinción que nos permiten nuestras leyes: Doctor Honoris Causa. Hoy al despedir su cuerpo la llamaremos porque era sabia en virtud, en el amor y en la belleza: Gabriela Mistral, doctora angélica”.

Monseñor Lecourt, párroco de la Asunción, inició su homilía en la catedral así:

“La noticia de su muerte voló por el mundo como un relámpago y conturbó los ánimos amargamente. Chile, América y Europa hacen ostensible su duelo con desusada vehemencia. ¡Bendito sea Dios, por hacer que, en casos, los hombres no podamos desoír la silenciosa voz del mérito, y echando mano de una soberana virtud: la justicia, lo reconozcamos, intuyendo la verdad del desafío de Cristo: Si vosotros callaseis, las piedras gritarían…No puede ocultarse una ciudad asentada sobre un monte”

Y Luis Oyarzún Peña que habló “en nombre de sus compañeros escritores” llevó la meditación nacional hacia una comarca de luz resplandeciente; una verdadera clase magistral.

“Los versos de ciertos poetas expresan aquella necesidad que mueve a los hombres a descubrirse entre sí y amarse... A cierta profundidad de la vida, el corazón humano olvida sus límites y sus resentimientos y tiembla sólo para expresar, en la transparencia del lenguaje, aquello que es tan esencial a la existencia como el aire: el amor descubridor del mundo, el que exalta y consuela, el amor que perdona, el que, transformado en ojos, ve y vuela hasta las últimas distancias”.

Y, agregó:

“Gabriela Mistral amó hasta el extremo de la pasión a la tierra con todas sus criaturas…”

“No es extraño, entonces, que los más desvalidos, los seres más próximos a la tierra, los que sufren sus durezas y viven de su fecundidad, fueran sus predilectos”.

Medio siglo después de su muerte, nuestra familia espiritual debe revisar, una vez más, aquellas enseñanzas de la Maestra que, al decir de Oyarzún, “modificaron el orden de nuestro corazón”.

Es necesario, de partida, precisar la relación entre Gabriela Mistral y nuestra familia espiritual. En los años treinta, la influencia de Gabriela Mistral, junto a la de otros grandes espíritus de la época, fue de decisiva gravitación para los jóvenes de la época, en su determinación de un cambio hacia el futuro.

¿De qué manera, en los años treinta, contribuyó Gabriela Mistral a la formación intelectual de los jóvenes falangistas? Antes de señalar lo que ella hizo por ellos hay que agradecer la visión histórica del presidente Aguirre Cerda. Siendo Ministro de Educación, Aguirre reconoció la calidad excepcional de una maestra y poetisa provinciana, sin riqueza ni estirpe social aristocrática. Así con su apoyo permanente pudo sobrevivir, primero en Chile, y más tarde en América y Europa hasta llegar al reconocimiento universal. Por su parte Gabriela Mistral le agradeció, dedicándole Desolación, su primera publicación. Desde siempre la Mistral fue agradecida, devolviendo con creces todos los gestos de amistad y cariño.

En los años treinta, Gabriela Mistral irradiaba una sabiduría forjada en la reflexión y en la mirada profunda y limpia de los acontecimientos centrales de la historia humana del siglo XX. Ella observó los avatares previos, la contienda y las consecuencias de la guerra civil española. Observó, la génesis del fascismo y del nazismo y las primeras etapas del stalinismo en la Unión Soviética.

Fue, entonces cuando se produce el encuentro con los jóvenes falangistas. En las conversaciones y en las cartas, la poetisa encontró un recodo humano donde fue oída con respeto y atención. Un signo sensible de aquel encuentro, es el Prólogo al segundo libro de Eduardo Frei, La Política y el Espíritu. La poetisa les relató a los jóvenes cuales eran los nuevos intelectuales católicos y protestantes de carácter democrático en Alemania, Austria, Francia, Italia y la España desgarrada. Les habló de Jacques y Raissa, sus amigos jóvenes en el exilio. Les reseñó las nuevas revistas y los nuevos movimientos de cristianos sociales.

Su definición rotunda, una vez declarada la II Guerra Mundial, a favor de los Aliados y contra el Eje, al principio solo fue bien comprendida por los jóvenes falangistas y algunos intelectuales y dirigentes de los partidos democráticos, de izquierda, de centro y de derecha. Como es sabido, en Chile, por razones de diversa índole, a fines de los años treinta, el Tercer Reich, gozaba de un prestigio, impensable después de conocido el holocausto.

La influencia de la Mistral no fue solo en razón de aquella coyuntura mayor del siglo XX. Desde adentro y desde afuera, con una perseverancia sin fatiga, planteó algunos temas acerca de Chile y de América cuya huella es perceptible hasta nuestros días.

En primer término su concepción de la historia del país es admirable. Ella ubicó a los personajes en su lugar con justicia y sin pasiones. Y, penetró en el alma nacional de un país cuyo empuje viene de su voluntad de ser. Nuestra nación es un proyecto común de vida proseguida con una voluntad indomable, más allá de todas las periferias de nuestra “loca geografía”.

Los grandes temas mistralianos son un proceso de reflexión de varias décadas. Estos motivos, a veces casi obsesivos, aparecen en artículos de prensa, cartas personales, prólogos de libros, conversaciones, recopilaciones de recados, cuya elaboración registra a diversos lugares de América y Europa. En esta peregrinación el proceso de construcción intelectual recibe influencias múltiples y variadas: Vasconcelos, Alfonso Reyes, Palma Guillen, etc.

Si bien las influencias son múltiples, los temas principales son ciertas cuestiones fundamentales. Una de aquellas, es la pertenencia a América. Es un descubrimiento y un redescubrimiento de América a través de la sociedad y la naturaleza. Son las personas y los reinos mineral y vegetal. Hay, también, debajo del discurso una llamada de atención a sus compatriotas, empezando por ella misma, de no caer en la tentación de huir de América y de su compleja naturaleza mestiza.


Con respecto a Chile, el de la primera mitad del siglo XX, los temas principales son también muy escogidos.

Si la voz de la Mistral fue escuchada por algunos, aquella influencia cultural esta registrada en el tema agrario. Lucila Godoy nunca olvidó a los campesinos del Valle del Elqui, ni del Valle de Aconcagua ni del Chile agrícola central. El mundo rural era su mundo. Vivía dialogando con los pequeños agricultores europeos del Mediterráneo. Con las campesinas e indígenas de México. Con los modernos agricultores de California. Detrás de esta conversación interminable siempre estaban las campesinas chilenas. En su último viaje a Chile, en 1954, dijo unas palabras misteriosas sobre la reforma agraria y agradeció privadamente a la señora Graciela Letelier, su mediación del año anterior a favor de los campesinos de Lontué y Molina.

La poetisa defendió con una perseverancia ejemplar la incorporación plena de la mujer a la vida cívica y social. Esta misión que se impuso, la inició desde comienzo de siglo y el testimonio de su combate aparece en la prensa de La Serena, Los Andes, Santiago, Antofagasta, Temuco, Punta Arenas y Valparaíso y otros lugares de Chile y el mundo.

También fue una de las primeras, entre las grandes voces nacionales, que señaló las raíces étnicas del país. En México primero y en Guatemala, Perú y Ecuador, después, la poetisa vio con claridad el aporte de los pueblos originarios a las repúblicas del continente. En una visión enriquecida de América, tampoco menoscabó el aporte de la cultura europea, empezando por España, a la construcción de nuestras identidades culturales. Así, al final de sus días sabía que sus propias raíces diaguitas estaban insertas en una constelación cultural, con influencias mapuches, vascas, hebreas, castellanas, andaluzas, catalanas, inglesas, francesas, italianas, croatas, etc, etc.

Medio siglo después de su muerte, el hoy mundo cultural en torno a su vida y su obra, discute apasionadamente el significado de sus versos y de su prosa. Han aparecido nuevas recopilaciones de sus obras y de sus cartas escritas en todas las estaciones de su peregrinaje universal. Hay nuevas lecturas y relecturas de su obra y de su vida.

Con todo, más allá de las modas de los intelectuales, las controversias genuinas de los críticos trascienden hacia la nación, cuando solo aportan de verdad, conocimiento y transparencia. El ciudadano, común y corriente, sabe interiormente cuándo, cómo y porqué la poetisa cambió “el orden de su corazón”.

Nuestro elogio en la Cámara de Diputados, debe también presentar el mensaje de su vida y de su obra que nos invita a continuar avanzando. Simplemente, empeñar “la voluntad de ser” de Chile, en construir una república más y más democrática.

Hay una epopeya nacional inconclusa:
“Todas íbamos a ser reinas
Y de verídico reinar…”

“Y de tener todos los frutos…”

Si, los frutos actuales: Salud, vivienda, empleo, educación, seguridad, aquellos bienes materiales y espirituales que una república democrática debe distribuir con equidad, a todas las Rosalías, las Efigenias, las Lucilas, las Marías y las Soledades.